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La corteza del tronco es pardo-violácea, agrietada; las ramas son rojizas y extendidas cuando jóvenes y las ramas secundarias son cortas, divergentes y escasas. Las yemas latentes son frecuentes especialmente sobre las ramas viejas.
Sistema radicular: raíz principal vertical.
Hojas: arrolladas cuando son jóvenes, lisas, brillantes, irregularmente dentadas, ovales, algo acorazonadas en la base, de ápice acuminado, con el haz de color verde oscuro y más pálidas en el envés. Peciolo largo, asurcado y glanduloso.
Flores: grandes, solitarias, con cáliz rojo y pétalos blancos o rosados. Aparecen en primavera antes que las hojas.
Fruto: drupa globosa, amarilla y muy sabrosa. Piel más o menos anaranjada, teñida de rojo en la parte expuesta al sol, recubierta de una finísima pubescencia y con un surco muy marcado, que se extiende del pedúnculo a la parte opuesta. Pulpa más o menos adherida al hueso, más o menos jugosa y perfumada.
Su valor energético es bajo, por lo que conviene a personas que no deseen engordar, en cambio cuando los albaricoques han sido desecados su contenido calórico es considerable.
Como alimento convienen en general a todo el mundo. Es una de las frutas más ricas en vitamina A, por lo que es muy adecuado en caso de deficiencias de dicha vitamina, sobretodo en alteraciones de la piel y mucosas, infecciones cutáneas, ceguera nocturna, convalecencias especialmente de enfermedades de carácter infeccioso, debilidad y astenia.
Se aconseja comerlos antes de las comidas pues es una fruta aperitiva, astringente y refrescante.
El albaricoque o damasco es un árbol bastante rústico, propio de climas templados, aunque resiste bien los fríos invernales. Debido a lo temprano de su floración, puede sufrir por las heladas tardías en las localidades frías. Exige calor estival para la completa madurez de la fruta. Es resistente a la sequía. Se da mejor en exposiciones aireadas y soleadas de las mesetas y colinas que en las llanuras. La mejor altitud para su cultivo es la de 200-500 metros.
En cuanto a suelo, es muy poco exigente pero prefiere los suelos cálidos, secos, ligeros y profundos, no adaptándose a los suelos fuertes, fríos y húmedos. La permeabilidad del subsuelo tiene una gran importancia en este cultivo, pues todo estancamiento de agua es fatal para el albaricoquero. En tierras profundas toma un gran desarrollo y los frutos son de buena calidad. En malas tierras (laderas secas), los árboles se desarrollan menos, pero los frutos son más perfumados.